por Antonio Manfredi. Periodista, Defensor de la Audiencia de Canal Sur y socio APC

 

Como presumo que este artículo lo van a leer personas interesadas e implicadas directa o indirectamente en la Comunicación, obviaré, por innecesarias, las técnicas que usan muchos articulistas; como rondar sobre un tema dando puntazos más o menos violentos para soltar luego, con espectacularidad bien medida, una conclusión espasmódica que sorprende e impacta a quien lee o escucha. Aquí no encontrarán de esto. Hallarán únicamente una reflexión sincera, destinada a promover una abierta discusión constructiva que nos permita avanzar. Perdonen ustedes el atrevimiento y la rareza, pero ya no tengo edad para otras cosas y, además, me lo puedo permitir. 

 

En los años 70 del siglo pasado, siendo estudiante de Periodismo en prácticamente la única facultad posible de entonces, en Madrid, un profesor nos dijo que términos como “Justicia”, “Perdón”, “Igualdad” o “Libertad” se escriben siempre con mayúscula, porque nos definen y condicionan como Sociedad. Estoy de acuerdo. Igual puedo decir sobre “Periodismo” y “Comunicación”, que se escribían con mayúscula hace 50 años, se deben hacer hoy y deberán escribirse igual en 2050. Habrán cambiado las técnicas, las categorías laborales, los públicos, la financiación, los directores, los  gerentes y las facultades que formen a los profesionales; pero el deber de informar, de separar el polvo de la paja, de condicionar y controlar al poder económico y político (preferiblemente por este orden), seguirá siendo la seña de identidad de quienes deben servir al usuario final de un servicio que es, en esencia, público y fundamental para construir una ciudadanía libre. 

 

Con cierta frecuencia, nos perdemos los profesionales en discusiones más o menos cortoplacistas y buscamos responsabilidades fuera de nuestro entorno; echando socorrida mano de las redes sociales, la crisis económica mundial, la competencia desleal o el intrusismo. Obviamente todo lo anterior condiciona nuestro trabajo y futuro, pero nos sirve también de cortina de humo para no hacer suficiente autocrítica. De modo que, como ciudadano; como andaluz; y como periodista que trabaja desde hace 37 años en medios públicos, me apunto los siguientes objetivos para el futuro, sin que su enumeración aquí suponga prioridad. Todos son igual de importantes. 

 

  • Abandonar en los medios el seguimiento populista de quienes pretenden que la acción social y política sea una mera respuesta emocional rápida, nacida en los intestinos y con fines no declarados. Subirse a este carro supone el mayor riesgo de perder credibilidad y el final de los medios tal y como los conocemos hoy. Sí, estoy hablando del trumpismo, tan de moda en estos tiempos y tan cerca de nosotros, aunque no nos demos cuenta o, lo que es peor, no queramos asumirlo. 

 

  • Reconocer el valor de los medios públicos y su función social, separando sus intereses y respetando su libertad de acción, con una justa financiación y sin competir en los mercados privados. No son tiempos de establecer una lucha entre ambos conceptos. Al contrario, son complementarios y, sobre todo, ayudarán a los ciudadanos, especialmente a los grupos minoritarios, a reconocerse en la sociedad en que viven.  

 

  • Aprovechar las tecnologías  (5G y fibra, por ahora) generando nuevas oportunidades a medios digitales públicos y privados, en una sociedad que intenta recuperar a la España Vacía y que, por lo tanto, demanda nuevas iniciativas para esa sociedad que emerge y necesita servicios de calidad, pese a todas las dificultades. Creo en una Andalucía comarcalizada donde el código postal no sea un hándicap a la hora de disfrutar de servicios esenciales, como lo es la Información Local. Este es, en mi opinión, el gran nicho laboral para los futuros periodistas. 

 

  • Romper con el centralismo social y económico, heredero de tiempos pasados y que no conseguimos superar. Andalucía es mucho más que el tópico que tanto alimentamos desde aquí (“Andalucía, el gran escenario de la alegría” Fitur 2022, por ejemplo) y los medios y periodistas debemos mostrar nuestros potenciales en todos los sectores, por encima de intereses mercantiles o políticos. Madrid y las grandes corporaciones que nos envían sus mensajes desde allí  siguen poniéndose el salacot para interpretar lo que somos y a lo que aspiramos. 

 

  • Superar con inteligencia el lastre de las tradiciones como monotema en la agenda de los medios, aportando aire nuevo con la presencia de quienes son vanguardia en Andalucía y nos han elegido para desarrollar sus vidas. Somos tierra de acogida y las visiones y los intereses de estos nuevos andaluces requieren actualizar la agenda temática, sin perder, obviamente, nuestras esencias. 

 

  • Recuperar contenidos específicos para grupos de población necesitados de referencias propias, especialmente la infancia y adolescencia y la tercera edad. No solo deberán hacerlo los medios públicos, pues la curva de población demuestra que no son precisamente grupos marginales. Al contrario. Nos jugamos una concepción de sociedad justa y equilibrada y los medios, en ocasiones, propician lo contrario con informaciones cortoplacistas destinadas a un beneficio rápido. 

 

Terminaré volviendo a nuestra esencia como periodistas. Aprendamos a separar la opinión de la información. Respetemos ambas separándolas y evitando espectáculos que nos están conduciendo al cierre moral. Ya digo, hace 50 años debería ser así y dentro de otros 50 tendrá que continuar. O vendrán otros a hacer nuestro trabajo. 

 

Este artículo forma parte de nuestra publicación «Hacia dónde avanza la comunicación: 25 reflexiones imprescindibles».