La desinformación se atrinchera en Telegram La desinformación ha encontrado en Telegram una grieta por la que esquivar la moderación de Facebook o Twitter, ya que sus grupos con más de 200.000 miembros y sus canales con usuarios ilimitados permiten volcar cualquier contenido sin filtro. Es clave en la guerra en Ucrania, ya sea para informar a los civiles de qué rutas de evacuación utilizar como para esparcir en tiempo récord videos virales falsos. Y, en Brasil o Estados Unidos, los grupos de extrema derecha se han atrincherado en la aplicación, que les permite crear comunidad y afianzar con más eficacia sus teorías de la conspiración. Telegram es la cuarta aplicación de mensajería más popular en todo el mundo, con 550 millones de usuarios en 2021, según las compañías especializadas en redes sociales We Are Social y Hootsuite, superada por WeChat (1.200 millones), Facebook Messenger (1.300) y WhatsApp (2.000). Telegram permite grupos de más de 200.000 personas, mientras que Signal los limita a 1.000 y WhatsApp a 256. Sus canales -públicos o privados- pueden tener además una audiencia ilimitada y la información circula de forma unidireccional, como un muro de publicaciones que no permite respuesta. «Esa combinación de características hace que Telegram tenga mucho potencial para difundir información, tanto propaganda y desinformación como información que cumple con estándares de integridad periodística», explica a EFE Iria Puyosa, investigadora sénior del Atlantic Council’s Digital Forensic Research Lab (DFRLab). La compañía es opaca en cuanto a la moderación de contenidos. En su página web hace referencia solo al contenido ilegal, como pornografía o terrorismo, que regula en chats públicos y canales, no en privados, pero no especifica si tiene alguna herramienta para combatir la desinformación. A diferencia de WhatsApp, no limita el reenvío de mensajes, y tampoco se ha adherido al Código de Prácticas sobre Desinformación de la Unión Europea (UE), único en el mundo y que establece compromisos por parte de las plataformas contra la desinformación que han firmado Google, Facebook, Twitter, TikTok o Microsoft. La laxitud en la moderación y el combate de la desinformación ha provocado que grupos desinformantes se refugiaran en Telegram, donde han encontrado un espacio en el que compartir de forma más masiva sus contenidos, sobre todo después del cierre de otras alternativas como Parler a inicios de 2021. El DFRLab analizó 6.000 canales y chats estadounidenses en Telegram y perfiló 11 comunidades con un gran número de seguidores que se alimentaban de teorías de la conspiración o desinformación sobre la pandemia y las vacunas, la mayoría situados en «el extremo derecho del espectro político». Puyosa explica que los chats asociados a los canales -grupos paralelos con miembros de un mismo canal- y la facilidad de reaccionar con emojis favorecen «la construcción de comunidades en Telegram» y propician teorías conspiracionistas, «porque solo personas proclives a creer en esas teorías se suscriben». Dado que Telegram no obliga a los administradores a identificarse con un nombre real y no tiene controles eficientes para sancionar la suplantación de identidad «es más fácil generar burbujas conspirativas», añade. En Brasil, grandes canales de derecha en Telegram crecieron un 42% en 2021, según el medio especializado en tecnología Núcleo, mientras que el canal del presidente Jair Bolsonaro se disparó un 145% y marca la pauta del peso de la red en las elecciones presidenciales de 2022. Un juez del Tribunal Superior Electoral (TSE) de Brasil llegó a bloquear la aplicación en marzo por considerar que no había tomado las medidas necesarias para evitar la propagación de información falsa y desbloqueó la orden después de que se retiraran falsedades publicadas por Bolsonaro, entre otras «determinaciones judiciales». Estos grupos afines a la ultraderecha que propagaron información falsa sobre la Covid-19 en todo el globo ahora reciclan viejas narrativas para desinformar sobre la guerra en Ucrania, como que la élite occidental que creó la pandemia también ha provocado el conflicto. A su vez, Telegram, muy popular en Ucrania y Rusia, se ha convertido en un frente más. «Telegram podría ser la aplicación más importante de la guerra», afirma por correo electrónico a Efe Lukas Andriukaitis, Director Asociado del DFRLab. «Tanto el Kremlin como la oposición rusa se ven obligados a utilizar Telegram, ya que la gran mayoría de los medios occidentales han cortado el acceso», añade. Eso hace que personas rusas comunes, «pero también los canales de desinformación del Gobierno ruso, dependen de esta plataforma», agrega. Mientras, «al otro lado de las barricadas, los funcionarios del Gobierno ucraniano confían en Telegram para obtener apoyo, dar advertencias a los civiles y movilizar a los ciudadanos», concluye. EFE Verifica ha comprobado como en repetidas veces la desinformación salta desde canales de Telegram a otras plataformas como Facebook o Twitter en cuestión de minutos. Pero en las trincheras digitales de Telegram se libra también otra batalla: la de documentar crímenes de guerra que puedan ayudar a la Corte Penal Internacional (CPI) a condenarlos. Ese es el trabajo que hacen en DFRLab o en Bellingcat, una organización de periodismo de investigación especializada en verificación digital y técnicas de inteligencia de fuentes abiertas (OSINT, en inglés). Giancarlo Fiorella, investigador en Bellingcat, explica a EFE que se pasan «el día en Telegram, viendo canales de noticias de allá», trabajando «para identificar casos de daños contra infraestructura civil y daños contra civiles que han sido heridos o muertos en la guerra». Trabajar con Telegram les permite preservar mejor el material que evidencia crímenes de guerra que con otras redes sociales, como videos compartidos en canales locales de la plataforma por ciudadanos asediados por el conflicto. Bellingcat ya ha registrado 800 incidentes de vulneraciones contra civiles o infraestructura civil, con la esperanza de que «de aquí a 5, 15 o 20 años, nos ayuden a alimentar si se abre un caso en la CPI», concluye Fiorella. Enlace a la fuente original
La desinformación ha encontrado en Telegram una grieta por la que esquivar la moderación de Facebook o Twitter, ya que sus grupos con más de 200.000 miembros y sus canales con usuarios ilimitados permiten volcar cualquier contenido sin filtro. Es clave en la guerra en Ucrania, ya sea para informar a los civiles de qué rutas de evacuación utilizar como para esparcir en tiempo récord videos virales falsos. Y, en Brasil o Estados Unidos, los grupos de extrema derecha se han atrincherado en la aplicación, que les permite crear comunidad y afianzar con más eficacia sus teorías de la conspiración. Telegram es la cuarta aplicación de mensajería más popular en todo el mundo, con 550 millones de usuarios en 2021, según las compañías especializadas en redes sociales We Are Social y Hootsuite, superada por WeChat (1.200 millones), Facebook Messenger (1.300) y WhatsApp (2.000). Telegram permite grupos de más de 200.000 personas, mientras que Signal los limita a 1.000 y WhatsApp a 256. Sus canales -públicos o privados- pueden tener además una audiencia ilimitada y la información circula de forma unidireccional, como un muro de publicaciones que no permite respuesta. «Esa combinación de características hace que Telegram tenga mucho potencial para difundir información, tanto propaganda y desinformación como información que cumple con estándares de integridad periodística», explica a EFE Iria Puyosa, investigadora sénior del Atlantic Council’s Digital Forensic Research Lab (DFRLab). La compañía es opaca en cuanto a la moderación de contenidos. En su página web hace referencia solo al contenido ilegal, como pornografía o terrorismo, que regula en chats públicos y canales, no en privados, pero no especifica si tiene alguna herramienta para combatir la desinformación. A diferencia de WhatsApp, no limita el reenvío de mensajes, y tampoco se ha adherido al Código de Prácticas sobre Desinformación de la Unión Europea (UE), único en el mundo y que establece compromisos por parte de las plataformas contra la desinformación que han firmado Google, Facebook, Twitter, TikTok o Microsoft. La laxitud en la moderación y el combate de la desinformación ha provocado que grupos desinformantes se refugiaran en Telegram, donde han encontrado un espacio en el que compartir de forma más masiva sus contenidos, sobre todo después del cierre de otras alternativas como Parler a inicios de 2021. El DFRLab analizó 6.000 canales y chats estadounidenses en Telegram y perfiló 11 comunidades con un gran número de seguidores que se alimentaban de teorías de la conspiración o desinformación sobre la pandemia y las vacunas, la mayoría situados en «el extremo derecho del espectro político». Puyosa explica que los chats asociados a los canales -grupos paralelos con miembros de un mismo canal- y la facilidad de reaccionar con emojis favorecen «la construcción de comunidades en Telegram» y propician teorías conspiracionistas, «porque solo personas proclives a creer en esas teorías se suscriben». Dado que Telegram no obliga a los administradores a identificarse con un nombre real y no tiene controles eficientes para sancionar la suplantación de identidad «es más fácil generar burbujas conspirativas», añade. En Brasil, grandes canales de derecha en Telegram crecieron un 42% en 2021, según el medio especializado en tecnología Núcleo, mientras que el canal del presidente Jair Bolsonaro se disparó un 145% y marca la pauta del peso de la red en las elecciones presidenciales de 2022. Un juez del Tribunal Superior Electoral (TSE) de Brasil llegó a bloquear la aplicación en marzo por considerar que no había tomado las medidas necesarias para evitar la propagación de información falsa y desbloqueó la orden después de que se retiraran falsedades publicadas por Bolsonaro, entre otras «determinaciones judiciales». Estos grupos afines a la ultraderecha que propagaron información falsa sobre la Covid-19 en todo el globo ahora reciclan viejas narrativas para desinformar sobre la guerra en Ucrania, como que la élite occidental que creó la pandemia también ha provocado el conflicto. A su vez, Telegram, muy popular en Ucrania y Rusia, se ha convertido en un frente más. «Telegram podría ser la aplicación más importante de la guerra», afirma por correo electrónico a Efe Lukas Andriukaitis, Director Asociado del DFRLab. «Tanto el Kremlin como la oposición rusa se ven obligados a utilizar Telegram, ya que la gran mayoría de los medios occidentales han cortado el acceso», añade. Eso hace que personas rusas comunes, «pero también los canales de desinformación del Gobierno ruso, dependen de esta plataforma», agrega. Mientras, «al otro lado de las barricadas, los funcionarios del Gobierno ucraniano confían en Telegram para obtener apoyo, dar advertencias a los civiles y movilizar a los ciudadanos», concluye. EFE Verifica ha comprobado como en repetidas veces la desinformación salta desde canales de Telegram a otras plataformas como Facebook o Twitter en cuestión de minutos. Pero en las trincheras digitales de Telegram se libra también otra batalla: la de documentar crímenes de guerra que puedan ayudar a la Corte Penal Internacional (CPI) a condenarlos. Ese es el trabajo que hacen en DFRLab o en Bellingcat, una organización de periodismo de investigación especializada en verificación digital y técnicas de inteligencia de fuentes abiertas (OSINT, en inglés). Giancarlo Fiorella, investigador en Bellingcat, explica a EFE que se pasan «el día en Telegram, viendo canales de noticias de allá», trabajando «para identificar casos de daños contra infraestructura civil y daños contra civiles que han sido heridos o muertos en la guerra». Trabajar con Telegram les permite preservar mejor el material que evidencia crímenes de guerra que con otras redes sociales, como videos compartidos en canales locales de la plataforma por ciudadanos asediados por el conflicto. Bellingcat ya ha registrado 800 incidentes de vulneraciones contra civiles o infraestructura civil, con la esperanza de que «de aquí a 5, 15 o 20 años, nos ayuden a alimentar si se abre un caso en la CPI», concluye Fiorella. Enlace a la fuente original