Las interacciones sociales de los jóvenes: cara a cara, entre amigos y familiares, y poca presencia del móvil Los seres humanos tenemos una necesidad básica de pertenecer a un grupo, lo que nos lleva a establecer relaciones interpersonales. Estas se generan y se fortalecen por medio de interacciones sociales en la vida cotidiana, las cuales varían entre sí, pues interactuamos con distintas personas, a través de distintos canales y con propósitos diversos. También varía el esfuerzo requerido por cada interacción y el grado en que estas satisfacen la necesidad de pertenecer a un grupo, comúnmente estudiado por medio de la percepción de cercanía con otras personas. En este artículo analizamos 12.421 interacciones sociales de 257 adultos jóvenes en España (18 a 25 años) para entender cómo interactúan: con quién, a través de qué medio, con qué propósito, cuánto esfuerzo les requiere y en qué medida cada interacción se asocia a la percepción de niveles altos de cercanía. Estos datos se recogieron durante cuatro semanas mediante una innovadora metodología que permite analizar fenómenos que varían momento a momento gracias al uso de una aplicación en el móvil. Puntos clave Hay diferentes tipos de interacciones: las más frecuentes son las que buscan mantener relaciones (54%), seguidas de las que buscan un fin práctico (34%). Con menor frecuencia se dan las interacciones para fortalecer las relaciones (9%) y, en último lugar, están las negativas, que buscan gestionar dificultades en la relación (3%). El 67% de las interacciones sociales de los adultos jóvenes españoles se establecen cara a cara y, entre las mediadas por la tecnología, un 19% se hace por mensajería, un 11% por llamada o videollamada y solo un 3% por redes sociales. El 81% de las interacciones sociales se realizan con una mayor familiaridad (amigos o familiares), mientras que un 16% se da con simples conocidos y solo un 3% con totales desconocidos. Las interacciones sociales para gestionar dificultades en una relación requieren significativamente más esfuerzo que otros tipos de interacciones. Mostrar cariño es la interacción que conduce a mayores grados de cercanía y que requiere menos esfuerzo, siendo la más eficiente en la ratio entre la cercanía y el esfuerzo requerido. En el 70% de las 8.289 interacciones cara a cara registradas, los adultos jóvenes no utilizaron el móvil en absoluto; en el caso de las interacciones de mayor calidad, este porcentaje sube al 80%. En el análisis de las interacciones sociales tiene especial importancia el medio mediante el cual estas ocurren. Un poco más de dos tercios del total fueron cara a cara: 8.289 interacciones de un total de 12.421. Entre las interacciones mediadas, el medio más frecuente (19% del total) ha sido las aplicaciones de mensajería (WhatsApp, iMessage, etc.). Las interacciones menos frecuentes son las que se establecieron por medio de las redes sociales, representando solo un 3% del total. ¿Por qué estudiar las interacciones sociales en el día a día? Al formular la teoría de la necesidad de pertenencia, Baumeister y Leary (1995) plantearon que «los seres humanos tienen un impulso omnipresente de formar y mantener al menos una cantidad mínima de relaciones interpersonales duraderas, positivas y significativas», que se concreta en interacciones sociales cotidianas, orientadas a satisfacer esta necesidad básica. Para estudiar esas interacciones sociales cotidianas, diseñamos un estudio longitudinal intensivo que permite analizar distintos fenómenos en el día a día de las personas. Los participantes fueron adultos jóvenes, de 18 a 25 años, de toda España. Durante 4 semanas respondieron un total de 21.158 cuestionarios breves (en promedio 83 por persona). En cada cuestionario indicaron dónde estaban y qué hacían, y respondieron cinco preguntas referentes a cómo se sentían. Del total de los cuestionarios breves, en 12.421 ocasiones los participantes habían interactuado en los 10 minutos previos al cuestionario (un 58% del total de los cuestionarios respondidos), en cuyo caso respondieron cinco preguntas adicionales sobre algunos aspectos de la interacción social más reciente. 1. Interactuamos principalmente para mantener nuestras relaciones Siguiendo una tipología comúnmente usada en psicología, en este estudio clasificamos las interacciones sociales en 12 tipos, diseñados según el propósito de la interacción: pasar el rato, pedir información o mostrar cariño, entre otras. Estos se pueden clasificar, a su vez, en cuatro grupos principales de acuerdo con la función de cada interacción: mantener una relación, conseguir un fin práctico, fortalecer la relación y afrontar las dificultades en la relación. Las interacciones sociales que buscan mantener las relaciones interpersonales –cara a cara o mediadas por la tecnología– son las más frecuentes (54% del total). Entre ellas destacan pasar el rato y ponerse al día (ambas suman un 37%); las otras dos interacciones con este fin son cotillear y bromear. Las conversaciones para conseguir un fin práctico son el segundo grupo más frecuente (34%): interacciones por motivo de trabajo o estudio, hacer planes, conversaciones de pasillo y pedir información. Las interacciones para fortalecer las relaciones (mostrar cariño y conversaciones significativas) conforman el tercer grupo (9%), considerablemente menos frecuente, pero con un rol clave en las relaciones interpersonales. Finalmente, conflicto y queja o desahogo son las dos interacciones con las que se gestionan las dificultades en una relación; son las menos frecuentes (3%) y marcan especialmente las relaciones de las personas, en este caso con un carácter más negativo. 2. En primera posición: interacciones cara a cara En el análisis de las interacciones sociales tiene especial importancia el medio mediante el cual estas se producen. Un poco más de dos tercios del total de las interacciones fueron cara a cara: 8.289 interacciones de un total de 12.421, mientras que tan solo un 3% ocurrieron en las redes sociales. Entre las interacciones mediadas, el medio más frecuente (19% del total) han sido las aplicaciones de mensajería (WhatsApp, iMessage, etc.), que sumaron 2.418 interacciones. Un 11% de las interacciones tuvo lugar por llamada o videollamada, siendo muy similar el número de interacciones por medio de ambos canales (733 por llamada y 612 por videollamada). Las interacciones menos frecuentes son las que se realizaron por medio de las redes sociales: representan solo un 3% del total. Aunque las redes sociales son el canal menos usado para interactuar por los adultos jóvenes encuestados, esto no significa que no sean un «lugar social». En efecto, las redes sociales permiten hacer presentes las relaciones de diversas maneras, lo que ayuda a mantenerlas y es un resultado natural de la necesidad básica de pertenencia. Además, puede que el uso de las redes sociales no sea interpretado como una interacción directa por su asincronía y, por supuesto, es bastante posible que su uso conduzca a otras interacciones por otros medios. 3. Cuatro de cada cinco interacciones son con amigos o familiares No es indiferente con quién se entabla cada interacción, pues estas están marcadas por el grado de familiaridad de la persona con la que se interactúa. En este estudio distinguimos tres grupos de personas según el grado de familiaridad: amigos o familiares (81%), conocidos (16%) y desconocidos (3%). Las interacciones sociales de los adultos jóvenes se dan en su inmensa mayoría con amigos o familiares, especialmente las que se hacen para fortalecer las relaciones (94%) y aquellas en las que se gestionan situaciones difíciles (93%). Aunque con un porcentaje levemente menor, a la hora de interactuar para mantener las relaciones el interlocutor suele ser también un amigo o familiar (87%). Las interacciones con personas de menor familiaridad son en su mayoría aquellas en las que se busca un fin práctico (baja hasta el 67% el porcentaje de interacciones con amigos o familiares que responden a este fin). En efecto, en este grupo de interacciones aumenta en más del doble el porcentaje de las que se producen tanto con conocidos como con desconocidos. Al analizar los tipos de interacción con más detalle, es significativo que más del 70% se hayan dado con amigos o familiares, salvo al interactuar para pedir información (68%) y para trabajar o estudiar (31%). El grado de familiaridad baja considerablemente en el ámbito laboral, donde los participantes en el estudio no perciben a sus interlocutores como cercanos: 7 de cada 10 interacciones de trabajo suceden con conocidos o desconocidos. 4. Las interacciones sociales y la percepción de cercanía con otras personas El ser humano interactúa socialmente en el día a día para fortalecer sus relaciones interpersonales y satisfacer la necesidad básica de pertenencia. Esto le lleva a sentirse más o menos cercano a la persona que interactúa y al resto de las personas en general. En efecto, el nivel de cercanía es comúnmente percibido como el resultado más importante de la comunicación interpersonal. Para evaluar el grado de cercanía con otras personas, se preguntó a los participantes: «¿qué grado/nivel de cercanía sientes con otras personas ahora mismo?»; la escala utilizada en esta pregunta iba de 1 a 7. En los siguientes gráficos se muestra cómo el nivel de cercanía se asocia al tipo de interacción y al canal por el que se interactúa. La interacción social que más se asocia a sentirse cercano a otras personas es mostrar cariño, registrando un promedio de 5 sobre 7, muy por encima del nivel promedio de cercanía (4,53). Por el contrario, solo se da un nivel de cercanía menor a 4 (el punto medio entre los resultados de la escala) en las dos interacciones «negativas» (para gestionar dificultades): de conflicto (3,1) y al quejarse o desahogarse (3,8). De hecho, salvo las dos interacciones negativas, todas las demás están asociadas a mayores niveles de cercanía con otras personas que el promedio registrado al no interactuar (3,6). Asimismo, las interacciones para conseguir un fin práctico no están asociadas a niveles altos de cercanía; de hecho, se encuentran por debajo del promedio. En cambio, las interacciones que buscan mantener relaciones y fortalecerlas sí se asocian a sentirse más cercanos a otros y están por encima del promedio. En promedio, el nivel de cercanía con otras personas se percibe como mayor si se ha registrado una interacción social previa que si se valora después de los momentos en que no se ha interactuado, independientemente del canal por el que se haya llevado a cabo la interacción. Al observar la variación según el canal de la interacción, vemos que las interacciones cara a cara se asocian con el mayor nivel de cercanía (4,75) y las interacciones por mensajería con el menor (3,88). Las interacciones realizadas por videollamada (4,36), llamada (4,28) o redes sociales (4,27) se asocian con niveles de cercanía similares. 5. Interactuar con otras personas requiere poner atención Las interacciones sociales requieren la atención de las personas que interactúan, por lo que suponen esfuerzo y conllevan cierta pérdida de energía personal. Para medir el esfuerzo requerido para cada interacción se preguntó a los participantes: «¿en qué medida tu interacción social más reciente ocupó tu atención o requirió energía o esfuerzo?». En los siguientes gráficos el esfuerzo requerido se asocia al tipo de interacción y al canal por el que se interactúa. Hemos visto que, a pesar del esfuerzo que requieren las interacciones, solo algunas de ellas satisfacen realmente la necesidad de pertenecer y se asocian con niveles más altos de cercanía a otras personas. Mostrar cariño es la interacción que no solo conlleva los niveles de cercanía más altos, sino que también es de las que implican menor esfuerzo, por lo que es la mejor interacción al evaluar la ratio entre la cercanía y el esfuerzo requerido por la interacción. Las dos interacciones negativas suponen un esfuerzo muy por encima del promedio ya que comportan un mayor coste de energía personal. Si tenemos en cuenta que son las que se asocian con niveles más bajos de cercanía a otras personas, estas interacciones tienen la ratio más baja: presentan niveles más bajos de cercanía y un mayor esfuerzo. Las interacciones para conseguir un fin práctico están en el promedio de esfuerzo requerido, aunque el interactuar por motivos laborales o estudio exige un esfuerzo superior al promedio de las interacciones. Por último, las conversaciones para mantener las relaciones y para fortalecerlas requieren, en general, menos esfuerzo que el promedio; entre las interacciones de estas dos categorías solo para cotillear y las conversaciones significativas es necesario más esfuerzo que el promedio. Las interacciones cara a cara, que representan el 67% del total, están prácticamente en el promedio de esfuerzo requerido al interactuar; no así las interacciones mediadas, en las que el esfuerzo requerido varía. Por un lado, las interacciones por medio de mensajería requieren menos esfuerzo que el promedio, y las interacciones efectuadas en redes sociales están en el promedio. Efectivamente, este tipo de interacciones no necesitan atención plena, entre otras cosas por el hecho de ser asincrónicas. Por otro lado, las llamadas y videollamadas, interacciones mediadas sincrónicas, requieren considerablemente más esfuerzo que el promedio. Esta diferencia de esfuerzo requerido puede explicar en cierta manera por qué más de dos terceras partes de las interacciones sociales registradas fueron cara a cara: a la hora de interactuar no solo se busca satisfacer la necesidad de pertenecer, sino también minimizar el esfuerzo requerido por las interacciones. En último término, esta diferencia de esfuerzo requerido es importante debido a la situación actual, donde las videollamadas tienen cada vez más importancia en el ámbito laboral y familiar. 6. No es indiferente usar o no el móvil mientras interactuamos cara a cara Al interactuar cara a cara es normal que en algunos momentos se utilice el móvil, ya sea para buscar algún dato sobre lo que se está conversando, para escribir un mensaje, distraerse u otros fines que pueden ser beneficiosos o no para la calidad de la interacción que se está llevando a cabo. Para medir el uso del móvil mientras se interactúa cara a cara, los participantes indicaban si utilizaron el móvil nada, poco o mucho mientras tenía lugar la interacción social más reciente. Para medir la calidad de las interacciones sociales se sumaron tres preguntas en las que se valoraba cada interacción. Luego, distinguimos cuatro categorías según este índice de calidad de las interacciones sociales: baja, media-baja, media-alta y alta. Los datos reflejan que, en general, los adultos jóvenes no usan el móvil al interactuar cara a cara. En promedio, no usan el móvil en el 70% de las interacciones cara a cara, en el 24% lo usan poco y solo en el 6% lo usan mucho. Al asociar el uso del móvil con la calidad de las interacciones sociales, la tendencia más clara se da en el porcentaje de interacciones cara a cara en las que no se usa el móvil: en un 67% de las interacciones de menor calidad no se usa el móvil, porcentaje que crece progresivamente hasta el 75% en las de mayor calidad. Estos datos reflejan que en las interacciones de mayor calidad el uso del móvil disminuye. Siguiendo la misma lógica, usar el móvil poco, desde un 28% a un 19%, supone pasar de interacciones de menor a mayor calidad. Por otro lado, el porcentaje de interacciones en que se usa mucho el móvil representa el 5-6% del total y no varía según la calidad de las interacciones. Al explicar el efecto del uso del móvil mientras se interactúa cara a cara hay que tener en cuenta su ambivalencia. Por un lado, los datos indican que hay más interacciones de mayor calidad cuando no se usa el móvil. Por otro lado, los datos también muestran que utilizarlo no implica, automáticamente, una menor calidad de la interacción cara a cara, debido a que el móvil también puede ser parte de la interacción y favorecer su buen desarrollo, como queda reflejado en el 5% estable de interacciones en las que se usa mucho el móvil con independencia del nivel de calidad de la interacción. 7. Conclusión: la importancia de las interacciones sociales diarias En este estudio se han analizado más de 12.000 interacciones sociales de 257 adultos jóvenes españoles, durante cuatro semanas, mostrando por qué y cómo se realizaron. Destaca la fuerte prevalencia de interacciones cara a cara sobre las interacciones mediadas por la tecnología: dos de cada tres interacciones declaradas son en persona. Por otro lado, también se constata que la gran mayoría de las interacciones, prácticamente cuatro de cada cinco, son con amigos o familiares. En lo que respecta al propósito registrado por los participantes al describir las interacciones, las que buscan mantener las relaciones interpersonales son las que se dan con mayor frecuencia y representan más del 50% del total. Interactuar para mostrar cariño es el propósito que está asociado a un mayor nivel de cercanía y que, a la vez, requiere menos esfuerzo. Al contrario, las interacciones que requieren más esfuerzo son las dedicadas a gestionar dificultades. Por último, se constata que en un mayor porcentaje de las interacciones cara a cara de mayor calidad no se usó el móvil en absoluto, mientras que baja considerablemente el porcentaje en las que se usó poco el móvil. Por otro lado, los datos confirman que el porcentaje de interacciones en las que se usó mucho el móvil se mantiene constante en los distintos niveles de calidad de las interacciones sociales, lo cual indica, entre otras cosas, que el uso del móvil mientras se interactúa cara a cara puede ser tanto antisocial como prosocial. Enlace a la fuente original
Las interacciones sociales de los jóvenes: cara a cara, entre amigos y familiares, y poca presencia del móvil Los seres humanos tenemos una necesidad básica de pertenecer a un grupo, lo que nos lleva a establecer relaciones interpersonales. Estas se generan y se fortalecen por medio de interacciones sociales en la vida cotidiana, las cuales varían entre sí, pues interactuamos con distintas personas, a través de distintos canales y con propósitos diversos. También varía el esfuerzo requerido por cada interacción y el grado en que estas satisfacen la necesidad de pertenecer a un grupo, comúnmente estudiado por medio de la percepción de cercanía con otras personas. En este artículo analizamos 12.421 interacciones sociales de 257 adultos jóvenes en España (18 a 25 años) para entender cómo interactúan: con quién, a través de qué medio, con qué propósito, cuánto esfuerzo les requiere y en qué medida cada interacción se asocia a la percepción de niveles altos de cercanía. Estos datos se recogieron durante cuatro semanas mediante una innovadora metodología que permite analizar fenómenos que varían momento a momento gracias al uso de una aplicación en el móvil. Puntos clave Hay diferentes tipos de interacciones: las más frecuentes son las que buscan mantener relaciones (54%), seguidas de las que buscan un fin práctico (34%). Con menor frecuencia se dan las interacciones para fortalecer las relaciones (9%) y, en último lugar, están las negativas, que buscan gestionar dificultades en la relación (3%). El 67% de las interacciones sociales de los adultos jóvenes españoles se establecen cara a cara y, entre las mediadas por la tecnología, un 19% se hace por mensajería, un 11% por llamada o videollamada y solo un 3% por redes sociales. El 81% de las interacciones sociales se realizan con una mayor familiaridad (amigos o familiares), mientras que un 16% se da con simples conocidos y solo un 3% con totales desconocidos. Las interacciones sociales para gestionar dificultades en una relación requieren significativamente más esfuerzo que otros tipos de interacciones. Mostrar cariño es la interacción que conduce a mayores grados de cercanía y que requiere menos esfuerzo, siendo la más eficiente en la ratio entre la cercanía y el esfuerzo requerido. En el 70% de las 8.289 interacciones cara a cara registradas, los adultos jóvenes no utilizaron el móvil en absoluto; en el caso de las interacciones de mayor calidad, este porcentaje sube al 80%. En el análisis de las interacciones sociales tiene especial importancia el medio mediante el cual estas ocurren. Un poco más de dos tercios del total fueron cara a cara: 8.289 interacciones de un total de 12.421. Entre las interacciones mediadas, el medio más frecuente (19% del total) ha sido las aplicaciones de mensajería (WhatsApp, iMessage, etc.). Las interacciones menos frecuentes son las que se establecieron por medio de las redes sociales, representando solo un 3% del total. ¿Por qué estudiar las interacciones sociales en el día a día? Al formular la teoría de la necesidad de pertenencia, Baumeister y Leary (1995) plantearon que «los seres humanos tienen un impulso omnipresente de formar y mantener al menos una cantidad mínima de relaciones interpersonales duraderas, positivas y significativas», que se concreta en interacciones sociales cotidianas, orientadas a satisfacer esta necesidad básica. Para estudiar esas interacciones sociales cotidianas, diseñamos un estudio longitudinal intensivo que permite analizar distintos fenómenos en el día a día de las personas. Los participantes fueron adultos jóvenes, de 18 a 25 años, de toda España. Durante 4 semanas respondieron un total de 21.158 cuestionarios breves (en promedio 83 por persona). En cada cuestionario indicaron dónde estaban y qué hacían, y respondieron cinco preguntas referentes a cómo se sentían. Del total de los cuestionarios breves, en 12.421 ocasiones los participantes habían interactuado en los 10 minutos previos al cuestionario (un 58% del total de los cuestionarios respondidos), en cuyo caso respondieron cinco preguntas adicionales sobre algunos aspectos de la interacción social más reciente. 1. Interactuamos principalmente para mantener nuestras relaciones Siguiendo una tipología comúnmente usada en psicología, en este estudio clasificamos las interacciones sociales en 12 tipos, diseñados según el propósito de la interacción: pasar el rato, pedir información o mostrar cariño, entre otras. Estos se pueden clasificar, a su vez, en cuatro grupos principales de acuerdo con la función de cada interacción: mantener una relación, conseguir un fin práctico, fortalecer la relación y afrontar las dificultades en la relación. Las interacciones sociales que buscan mantener las relaciones interpersonales –cara a cara o mediadas por la tecnología– son las más frecuentes (54% del total). Entre ellas destacan pasar el rato y ponerse al día (ambas suman un 37%); las otras dos interacciones con este fin son cotillear y bromear. Las conversaciones para conseguir un fin práctico son el segundo grupo más frecuente (34%): interacciones por motivo de trabajo o estudio, hacer planes, conversaciones de pasillo y pedir información. Las interacciones para fortalecer las relaciones (mostrar cariño y conversaciones significativas) conforman el tercer grupo (9%), considerablemente menos frecuente, pero con un rol clave en las relaciones interpersonales. Finalmente, conflicto y queja o desahogo son las dos interacciones con las que se gestionan las dificultades en una relación; son las menos frecuentes (3%) y marcan especialmente las relaciones de las personas, en este caso con un carácter más negativo. 2. En primera posición: interacciones cara a cara En el análisis de las interacciones sociales tiene especial importancia el medio mediante el cual estas se producen. Un poco más de dos tercios del total de las interacciones fueron cara a cara: 8.289 interacciones de un total de 12.421, mientras que tan solo un 3% ocurrieron en las redes sociales. Entre las interacciones mediadas, el medio más frecuente (19% del total) han sido las aplicaciones de mensajería (WhatsApp, iMessage, etc.), que sumaron 2.418 interacciones. Un 11% de las interacciones tuvo lugar por llamada o videollamada, siendo muy similar el número de interacciones por medio de ambos canales (733 por llamada y 612 por videollamada). Las interacciones menos frecuentes son las que se realizaron por medio de las redes sociales: representan solo un 3% del total. Aunque las redes sociales son el canal menos usado para interactuar por los adultos jóvenes encuestados, esto no significa que no sean un «lugar social». En efecto, las redes sociales permiten hacer presentes las relaciones de diversas maneras, lo que ayuda a mantenerlas y es un resultado natural de la necesidad básica de pertenencia. Además, puede que el uso de las redes sociales no sea interpretado como una interacción directa por su asincronía y, por supuesto, es bastante posible que su uso conduzca a otras interacciones por otros medios. 3. Cuatro de cada cinco interacciones son con amigos o familiares No es indiferente con quién se entabla cada interacción, pues estas están marcadas por el grado de familiaridad de la persona con la que se interactúa. En este estudio distinguimos tres grupos de personas según el grado de familiaridad: amigos o familiares (81%), conocidos (16%) y desconocidos (3%). Las interacciones sociales de los adultos jóvenes se dan en su inmensa mayoría con amigos o familiares, especialmente las que se hacen para fortalecer las relaciones (94%) y aquellas en las que se gestionan situaciones difíciles (93%). Aunque con un porcentaje levemente menor, a la hora de interactuar para mantener las relaciones el interlocutor suele ser también un amigo o familiar (87%). Las interacciones con personas de menor familiaridad son en su mayoría aquellas en las que se busca un fin práctico (baja hasta el 67% el porcentaje de interacciones con amigos o familiares que responden a este fin). En efecto, en este grupo de interacciones aumenta en más del doble el porcentaje de las que se producen tanto con conocidos como con desconocidos. Al analizar los tipos de interacción con más detalle, es significativo que más del 70% se hayan dado con amigos o familiares, salvo al interactuar para pedir información (68%) y para trabajar o estudiar (31%). El grado de familiaridad baja considerablemente en el ámbito laboral, donde los participantes en el estudio no perciben a sus interlocutores como cercanos: 7 de cada 10 interacciones de trabajo suceden con conocidos o desconocidos. 4. Las interacciones sociales y la percepción de cercanía con otras personas El ser humano interactúa socialmente en el día a día para fortalecer sus relaciones interpersonales y satisfacer la necesidad básica de pertenencia. Esto le lleva a sentirse más o menos cercano a la persona que interactúa y al resto de las personas en general. En efecto, el nivel de cercanía es comúnmente percibido como el resultado más importante de la comunicación interpersonal. Para evaluar el grado de cercanía con otras personas, se preguntó a los participantes: «¿qué grado/nivel de cercanía sientes con otras personas ahora mismo?»; la escala utilizada en esta pregunta iba de 1 a 7. En los siguientes gráficos se muestra cómo el nivel de cercanía se asocia al tipo de interacción y al canal por el que se interactúa. La interacción social que más se asocia a sentirse cercano a otras personas es mostrar cariño, registrando un promedio de 5 sobre 7, muy por encima del nivel promedio de cercanía (4,53). Por el contrario, solo se da un nivel de cercanía menor a 4 (el punto medio entre los resultados de la escala) en las dos interacciones «negativas» (para gestionar dificultades): de conflicto (3,1) y al quejarse o desahogarse (3,8). De hecho, salvo las dos interacciones negativas, todas las demás están asociadas a mayores niveles de cercanía con otras personas que el promedio registrado al no interactuar (3,6). Asimismo, las interacciones para conseguir un fin práctico no están asociadas a niveles altos de cercanía; de hecho, se encuentran por debajo del promedio. En cambio, las interacciones que buscan mantener relaciones y fortalecerlas sí se asocian a sentirse más cercanos a otros y están por encima del promedio. En promedio, el nivel de cercanía con otras personas se percibe como mayor si se ha registrado una interacción social previa que si se valora después de los momentos en que no se ha interactuado, independientemente del canal por el que se haya llevado a cabo la interacción. Al observar la variación según el canal de la interacción, vemos que las interacciones cara a cara se asocian con el mayor nivel de cercanía (4,75) y las interacciones por mensajería con el menor (3,88). Las interacciones realizadas por videollamada (4,36), llamada (4,28) o redes sociales (4,27) se asocian con niveles de cercanía similares. 5. Interactuar con otras personas requiere poner atención Las interacciones sociales requieren la atención de las personas que interactúan, por lo que suponen esfuerzo y conllevan cierta pérdida de energía personal. Para medir el esfuerzo requerido para cada interacción se preguntó a los participantes: «¿en qué medida tu interacción social más reciente ocupó tu atención o requirió energía o esfuerzo?». En los siguientes gráficos el esfuerzo requerido se asocia al tipo de interacción y al canal por el que se interactúa. Hemos visto que, a pesar del esfuerzo que requieren las interacciones, solo algunas de ellas satisfacen realmente la necesidad de pertenecer y se asocian con niveles más altos de cercanía a otras personas. Mostrar cariño es la interacción que no solo conlleva los niveles de cercanía más altos, sino que también es de las que implican menor esfuerzo, por lo que es la mejor interacción al evaluar la ratio entre la cercanía y el esfuerzo requerido por la interacción. Las dos interacciones negativas suponen un esfuerzo muy por encima del promedio ya que comportan un mayor coste de energía personal. Si tenemos en cuenta que son las que se asocian con niveles más bajos de cercanía a otras personas, estas interacciones tienen la ratio más baja: presentan niveles más bajos de cercanía y un mayor esfuerzo. Las interacciones para conseguir un fin práctico están en el promedio de esfuerzo requerido, aunque el interactuar por motivos laborales o estudio exige un esfuerzo superior al promedio de las interacciones. Por último, las conversaciones para mantener las relaciones y para fortalecerlas requieren, en general, menos esfuerzo que el promedio; entre las interacciones de estas dos categorías solo para cotillear y las conversaciones significativas es necesario más esfuerzo que el promedio. Las interacciones cara a cara, que representan el 67% del total, están prácticamente en el promedio de esfuerzo requerido al interactuar; no así las interacciones mediadas, en las que el esfuerzo requerido varía. Por un lado, las interacciones por medio de mensajería requieren menos esfuerzo que el promedio, y las interacciones efectuadas en redes sociales están en el promedio. Efectivamente, este tipo de interacciones no necesitan atención plena, entre otras cosas por el hecho de ser asincrónicas. Por otro lado, las llamadas y videollamadas, interacciones mediadas sincrónicas, requieren considerablemente más esfuerzo que el promedio. Esta diferencia de esfuerzo requerido puede explicar en cierta manera por qué más de dos terceras partes de las interacciones sociales registradas fueron cara a cara: a la hora de interactuar no solo se busca satisfacer la necesidad de pertenecer, sino también minimizar el esfuerzo requerido por las interacciones. En último término, esta diferencia de esfuerzo requerido es importante debido a la situación actual, donde las videollamadas tienen cada vez más importancia en el ámbito laboral y familiar. 6. No es indiferente usar o no el móvil mientras interactuamos cara a cara Al interactuar cara a cara es normal que en algunos momentos se utilice el móvil, ya sea para buscar algún dato sobre lo que se está conversando, para escribir un mensaje, distraerse u otros fines que pueden ser beneficiosos o no para la calidad de la interacción que se está llevando a cabo. Para medir el uso del móvil mientras se interactúa cara a cara, los participantes indicaban si utilizaron el móvil nada, poco o mucho mientras tenía lugar la interacción social más reciente. Para medir la calidad de las interacciones sociales se sumaron tres preguntas en las que se valoraba cada interacción. Luego, distinguimos cuatro categorías según este índice de calidad de las interacciones sociales: baja, media-baja, media-alta y alta. Los datos reflejan que, en general, los adultos jóvenes no usan el móvil al interactuar cara a cara. En promedio, no usan el móvil en el 70% de las interacciones cara a cara, en el 24% lo usan poco y solo en el 6% lo usan mucho. Al asociar el uso del móvil con la calidad de las interacciones sociales, la tendencia más clara se da en el porcentaje de interacciones cara a cara en las que no se usa el móvil: en un 67% de las interacciones de menor calidad no se usa el móvil, porcentaje que crece progresivamente hasta el 75% en las de mayor calidad. Estos datos reflejan que en las interacciones de mayor calidad el uso del móvil disminuye. Siguiendo la misma lógica, usar el móvil poco, desde un 28% a un 19%, supone pasar de interacciones de menor a mayor calidad. Por otro lado, el porcentaje de interacciones en que se usa mucho el móvil representa el 5-6% del total y no varía según la calidad de las interacciones. Al explicar el efecto del uso del móvil mientras se interactúa cara a cara hay que tener en cuenta su ambivalencia. Por un lado, los datos indican que hay más interacciones de mayor calidad cuando no se usa el móvil. Por otro lado, los datos también muestran que utilizarlo no implica, automáticamente, una menor calidad de la interacción cara a cara, debido a que el móvil también puede ser parte de la interacción y favorecer su buen desarrollo, como queda reflejado en el 5% estable de interacciones en las que se usa mucho el móvil con independencia del nivel de calidad de la interacción. 7. Conclusión: la importancia de las interacciones sociales diarias En este estudio se han analizado más de 12.000 interacciones sociales de 257 adultos jóvenes españoles, durante cuatro semanas, mostrando por qué y cómo se realizaron. Destaca la fuerte prevalencia de interacciones cara a cara sobre las interacciones mediadas por la tecnología: dos de cada tres interacciones declaradas son en persona. Por otro lado, también se constata que la gran mayoría de las interacciones, prácticamente cuatro de cada cinco, son con amigos o familiares. En lo que respecta al propósito registrado por los participantes al describir las interacciones, las que buscan mantener las relaciones interpersonales son las que se dan con mayor frecuencia y representan más del 50% del total. Interactuar para mostrar cariño es el propósito que está asociado a un mayor nivel de cercanía y que, a la vez, requiere menos esfuerzo. Al contrario, las interacciones que requieren más esfuerzo son las dedicadas a gestionar dificultades. Por último, se constata que en un mayor porcentaje de las interacciones cara a cara de mayor calidad no se usó el móvil en absoluto, mientras que baja considerablemente el porcentaje en las que se usó poco el móvil. Por otro lado, los datos confirman que el porcentaje de interacciones en las que se usó mucho el móvil se mantiene constante en los distintos niveles de calidad de las interacciones sociales, lo cual indica, entre otras cosas, que el uso del móvil mientras se interactúa cara a cara puede ser tanto antisocial como prosocial. Enlace a la fuente original
¿Por qué estudiar las interacciones sociales en el día a día? Al formular la teoría de la necesidad de pertenencia, Baumeister y Leary (1995) plantearon que «los seres humanos tienen un impulso omnipresente de formar y mantener al menos una cantidad mínima de relaciones interpersonales duraderas, positivas y significativas», que se concreta en interacciones sociales cotidianas, orientadas a satisfacer esta necesidad básica. Para estudiar esas interacciones sociales cotidianas, diseñamos un estudio longitudinal intensivo que permite analizar distintos fenómenos en el día a día de las personas. Los participantes fueron adultos jóvenes, de 18 a 25 años, de toda España. Durante 4 semanas respondieron un total de 21.158 cuestionarios breves (en promedio 83 por persona). En cada cuestionario indicaron dónde estaban y qué hacían, y respondieron cinco preguntas referentes a cómo se sentían. Del total de los cuestionarios breves, en 12.421 ocasiones los participantes habían interactuado en los 10 minutos previos al cuestionario (un 58% del total de los cuestionarios respondidos), en cuyo caso respondieron cinco preguntas adicionales sobre algunos aspectos de la interacción social más reciente.
1. Interactuamos principalmente para mantener nuestras relaciones Siguiendo una tipología comúnmente usada en psicología, en este estudio clasificamos las interacciones sociales en 12 tipos, diseñados según el propósito de la interacción: pasar el rato, pedir información o mostrar cariño, entre otras. Estos se pueden clasificar, a su vez, en cuatro grupos principales de acuerdo con la función de cada interacción: mantener una relación, conseguir un fin práctico, fortalecer la relación y afrontar las dificultades en la relación. Las interacciones sociales que buscan mantener las relaciones interpersonales –cara a cara o mediadas por la tecnología– son las más frecuentes (54% del total). Entre ellas destacan pasar el rato y ponerse al día (ambas suman un 37%); las otras dos interacciones con este fin son cotillear y bromear. Las conversaciones para conseguir un fin práctico son el segundo grupo más frecuente (34%): interacciones por motivo de trabajo o estudio, hacer planes, conversaciones de pasillo y pedir información. Las interacciones para fortalecer las relaciones (mostrar cariño y conversaciones significativas) conforman el tercer grupo (9%), considerablemente menos frecuente, pero con un rol clave en las relaciones interpersonales. Finalmente, conflicto y queja o desahogo son las dos interacciones con las que se gestionan las dificultades en una relación; son las menos frecuentes (3%) y marcan especialmente las relaciones de las personas, en este caso con un carácter más negativo.
2. En primera posición: interacciones cara a cara En el análisis de las interacciones sociales tiene especial importancia el medio mediante el cual estas se producen. Un poco más de dos tercios del total de las interacciones fueron cara a cara: 8.289 interacciones de un total de 12.421, mientras que tan solo un 3% ocurrieron en las redes sociales. Entre las interacciones mediadas, el medio más frecuente (19% del total) han sido las aplicaciones de mensajería (WhatsApp, iMessage, etc.), que sumaron 2.418 interacciones. Un 11% de las interacciones tuvo lugar por llamada o videollamada, siendo muy similar el número de interacciones por medio de ambos canales (733 por llamada y 612 por videollamada). Las interacciones menos frecuentes son las que se realizaron por medio de las redes sociales: representan solo un 3% del total. Aunque las redes sociales son el canal menos usado para interactuar por los adultos jóvenes encuestados, esto no significa que no sean un «lugar social». En efecto, las redes sociales permiten hacer presentes las relaciones de diversas maneras, lo que ayuda a mantenerlas y es un resultado natural de la necesidad básica de pertenencia. Además, puede que el uso de las redes sociales no sea interpretado como una interacción directa por su asincronía y, por supuesto, es bastante posible que su uso conduzca a otras interacciones por otros medios.
3. Cuatro de cada cinco interacciones son con amigos o familiares No es indiferente con quién se entabla cada interacción, pues estas están marcadas por el grado de familiaridad de la persona con la que se interactúa. En este estudio distinguimos tres grupos de personas según el grado de familiaridad: amigos o familiares (81%), conocidos (16%) y desconocidos (3%). Las interacciones sociales de los adultos jóvenes se dan en su inmensa mayoría con amigos o familiares, especialmente las que se hacen para fortalecer las relaciones (94%) y aquellas en las que se gestionan situaciones difíciles (93%). Aunque con un porcentaje levemente menor, a la hora de interactuar para mantener las relaciones el interlocutor suele ser también un amigo o familiar (87%). Las interacciones con personas de menor familiaridad son en su mayoría aquellas en las que se busca un fin práctico (baja hasta el 67% el porcentaje de interacciones con amigos o familiares que responden a este fin). En efecto, en este grupo de interacciones aumenta en más del doble el porcentaje de las que se producen tanto con conocidos como con desconocidos. Al analizar los tipos de interacción con más detalle, es significativo que más del 70% se hayan dado con amigos o familiares, salvo al interactuar para pedir información (68%) y para trabajar o estudiar (31%). El grado de familiaridad baja considerablemente en el ámbito laboral, donde los participantes en el estudio no perciben a sus interlocutores como cercanos: 7 de cada 10 interacciones de trabajo suceden con conocidos o desconocidos.
4. Las interacciones sociales y la percepción de cercanía con otras personas El ser humano interactúa socialmente en el día a día para fortalecer sus relaciones interpersonales y satisfacer la necesidad básica de pertenencia. Esto le lleva a sentirse más o menos cercano a la persona que interactúa y al resto de las personas en general. En efecto, el nivel de cercanía es comúnmente percibido como el resultado más importante de la comunicación interpersonal. Para evaluar el grado de cercanía con otras personas, se preguntó a los participantes: «¿qué grado/nivel de cercanía sientes con otras personas ahora mismo?»; la escala utilizada en esta pregunta iba de 1 a 7. En los siguientes gráficos se muestra cómo el nivel de cercanía se asocia al tipo de interacción y al canal por el que se interactúa. La interacción social que más se asocia a sentirse cercano a otras personas es mostrar cariño, registrando un promedio de 5 sobre 7, muy por encima del nivel promedio de cercanía (4,53). Por el contrario, solo se da un nivel de cercanía menor a 4 (el punto medio entre los resultados de la escala) en las dos interacciones «negativas» (para gestionar dificultades): de conflicto (3,1) y al quejarse o desahogarse (3,8). De hecho, salvo las dos interacciones negativas, todas las demás están asociadas a mayores niveles de cercanía con otras personas que el promedio registrado al no interactuar (3,6). Asimismo, las interacciones para conseguir un fin práctico no están asociadas a niveles altos de cercanía; de hecho, se encuentran por debajo del promedio. En cambio, las interacciones que buscan mantener relaciones y fortalecerlas sí se asocian a sentirse más cercanos a otros y están por encima del promedio. En promedio, el nivel de cercanía con otras personas se percibe como mayor si se ha registrado una interacción social previa que si se valora después de los momentos en que no se ha interactuado, independientemente del canal por el que se haya llevado a cabo la interacción. Al observar la variación según el canal de la interacción, vemos que las interacciones cara a cara se asocian con el mayor nivel de cercanía (4,75) y las interacciones por mensajería con el menor (3,88). Las interacciones realizadas por videollamada (4,36), llamada (4,28) o redes sociales (4,27) se asocian con niveles de cercanía similares.
5. Interactuar con otras personas requiere poner atención Las interacciones sociales requieren la atención de las personas que interactúan, por lo que suponen esfuerzo y conllevan cierta pérdida de energía personal. Para medir el esfuerzo requerido para cada interacción se preguntó a los participantes: «¿en qué medida tu interacción social más reciente ocupó tu atención o requirió energía o esfuerzo?». En los siguientes gráficos el esfuerzo requerido se asocia al tipo de interacción y al canal por el que se interactúa. Hemos visto que, a pesar del esfuerzo que requieren las interacciones, solo algunas de ellas satisfacen realmente la necesidad de pertenecer y se asocian con niveles más altos de cercanía a otras personas. Mostrar cariño es la interacción que no solo conlleva los niveles de cercanía más altos, sino que también es de las que implican menor esfuerzo, por lo que es la mejor interacción al evaluar la ratio entre la cercanía y el esfuerzo requerido por la interacción. Las dos interacciones negativas suponen un esfuerzo muy por encima del promedio ya que comportan un mayor coste de energía personal. Si tenemos en cuenta que son las que se asocian con niveles más bajos de cercanía a otras personas, estas interacciones tienen la ratio más baja: presentan niveles más bajos de cercanía y un mayor esfuerzo. Las interacciones para conseguir un fin práctico están en el promedio de esfuerzo requerido, aunque el interactuar por motivos laborales o estudio exige un esfuerzo superior al promedio de las interacciones. Por último, las conversaciones para mantener las relaciones y para fortalecerlas requieren, en general, menos esfuerzo que el promedio; entre las interacciones de estas dos categorías solo para cotillear y las conversaciones significativas es necesario más esfuerzo que el promedio. Las interacciones cara a cara, que representan el 67% del total, están prácticamente en el promedio de esfuerzo requerido al interactuar; no así las interacciones mediadas, en las que el esfuerzo requerido varía. Por un lado, las interacciones por medio de mensajería requieren menos esfuerzo que el promedio, y las interacciones efectuadas en redes sociales están en el promedio. Efectivamente, este tipo de interacciones no necesitan atención plena, entre otras cosas por el hecho de ser asincrónicas. Por otro lado, las llamadas y videollamadas, interacciones mediadas sincrónicas, requieren considerablemente más esfuerzo que el promedio. Esta diferencia de esfuerzo requerido puede explicar en cierta manera por qué más de dos terceras partes de las interacciones sociales registradas fueron cara a cara: a la hora de interactuar no solo se busca satisfacer la necesidad de pertenecer, sino también minimizar el esfuerzo requerido por las interacciones. En último término, esta diferencia de esfuerzo requerido es importante debido a la situación actual, donde las videollamadas tienen cada vez más importancia en el ámbito laboral y familiar.
6. No es indiferente usar o no el móvil mientras interactuamos cara a cara Al interactuar cara a cara es normal que en algunos momentos se utilice el móvil, ya sea para buscar algún dato sobre lo que se está conversando, para escribir un mensaje, distraerse u otros fines que pueden ser beneficiosos o no para la calidad de la interacción que se está llevando a cabo. Para medir el uso del móvil mientras se interactúa cara a cara, los participantes indicaban si utilizaron el móvil nada, poco o mucho mientras tenía lugar la interacción social más reciente. Para medir la calidad de las interacciones sociales se sumaron tres preguntas en las que se valoraba cada interacción. Luego, distinguimos cuatro categorías según este índice de calidad de las interacciones sociales: baja, media-baja, media-alta y alta. Los datos reflejan que, en general, los adultos jóvenes no usan el móvil al interactuar cara a cara. En promedio, no usan el móvil en el 70% de las interacciones cara a cara, en el 24% lo usan poco y solo en el 6% lo usan mucho. Al asociar el uso del móvil con la calidad de las interacciones sociales, la tendencia más clara se da en el porcentaje de interacciones cara a cara en las que no se usa el móvil: en un 67% de las interacciones de menor calidad no se usa el móvil, porcentaje que crece progresivamente hasta el 75% en las de mayor calidad. Estos datos reflejan que en las interacciones de mayor calidad el uso del móvil disminuye. Siguiendo la misma lógica, usar el móvil poco, desde un 28% a un 19%, supone pasar de interacciones de menor a mayor calidad. Por otro lado, el porcentaje de interacciones en que se usa mucho el móvil representa el 5-6% del total y no varía según la calidad de las interacciones. Al explicar el efecto del uso del móvil mientras se interactúa cara a cara hay que tener en cuenta su ambivalencia. Por un lado, los datos indican que hay más interacciones de mayor calidad cuando no se usa el móvil. Por otro lado, los datos también muestran que utilizarlo no implica, automáticamente, una menor calidad de la interacción cara a cara, debido a que el móvil también puede ser parte de la interacción y favorecer su buen desarrollo, como queda reflejado en el 5% estable de interacciones en las que se usa mucho el móvil con independencia del nivel de calidad de la interacción.
7. Conclusión: la importancia de las interacciones sociales diarias En este estudio se han analizado más de 12.000 interacciones sociales de 257 adultos jóvenes españoles, durante cuatro semanas, mostrando por qué y cómo se realizaron. Destaca la fuerte prevalencia de interacciones cara a cara sobre las interacciones mediadas por la tecnología: dos de cada tres interacciones declaradas son en persona. Por otro lado, también se constata que la gran mayoría de las interacciones, prácticamente cuatro de cada cinco, son con amigos o familiares. En lo que respecta al propósito registrado por los participantes al describir las interacciones, las que buscan mantener las relaciones interpersonales son las que se dan con mayor frecuencia y representan más del 50% del total. Interactuar para mostrar cariño es el propósito que está asociado a un mayor nivel de cercanía y que, a la vez, requiere menos esfuerzo. Al contrario, las interacciones que requieren más esfuerzo son las dedicadas a gestionar dificultades. Por último, se constata que en un mayor porcentaje de las interacciones cara a cara de mayor calidad no se usó el móvil en absoluto, mientras que baja considerablemente el porcentaje en las que se usó poco el móvil. Por otro lado, los datos confirman que el porcentaje de interacciones en las que se usó mucho el móvil se mantiene constante en los distintos niveles de calidad de las interacciones sociales, lo cual indica, entre otras cosas, que el uso del móvil mientras se interactúa cara a cara puede ser tanto antisocial como prosocial.