Alaitz Leceaga gana el XXVI Premio de Novela Fernando Lara

La escritora Alaitz Leceaga (Bilbao, 1982) ha ganado este jueves el XXVI Premio de Novela Fernando Lara con la obra Hasta donde termina el mar, una historia «donde nada es lo que parece», llena de «misterios y secretos» y ambientada en un pequeño pueblo pesquero de la costa vizcaína a comienzos en el año 1900, en la bisagra misma entre el siglo XX y el XIX, que tanto placer ha dado siempre como lectora a esta «relativamente joven escritora» –como se ha presentado ella misma– devota de las «autoras victorianas», de las historias de terror que transcurren en paisajes envueltos por la niebla y de esas voluminosas sagas familiares que invitar a ser leídas, como ha evocado en su intervención en el Patio de la Montería del Real Alcázar, durante una demorada «tarde lluviosa».

 

La obra, que llegará a las librerías el día 29 de este mes publicada por Planeta –editorial que convoca el galardón junto a la Fundación AXA–, comienza con una tormenta que desencadena un naufragio, tras el cual irrumpe el misterio: una joven aparece en la playa de un pequeño pueblo pesquero donde un par de décadas atrás se produjo una serie de desapariciones de muchachas que nunca llegaron a ser aclaradas y sacudieron profundamente a los habitantes del lugar. Y esa joven, ha explicado Leceaga, esa joven que aparece en la playa, como devuelta a tierra como una ofrenda inexplicable del mar e incapaz de recordar absolutamente nada de su pasado, «resulta ser exactamente igual a una de esas muchachas desaparecidas 20 años atrás».

 

Leceaga se propuso con esta historia llena de «misterios» y poblada de personajes que llevan consigo a buen resguardo sus «secretos» recrear una «atmósfera de leyenda», entre el suspense y el regusto victoriano, y de algún modo jugar con las expectativas del lector, pues se trata –como apunta la editorial– de una de esas historias «donde nada es lo que parece».

 

El libro –el tercero publicado por la autora, tras El bosque sabe tu nombre y Las hijas de la tierra– fue escrito en gran parte durante las semanas de confinamiento del año pasado. Fue, ha contado Leceaga, una especie de «desahogo», una «forma de viajar» también, pues la bilbaína disfruta especialmente de los libros que son capaces de hacer sentir a quienes los leen «como perdidos en sus paisajes». Eso mismo espera ella ahora que les ocurra a los lectores de Hasta donde termina el mar, que se ambienta en Ea, un municipio en la costa nordeste de la provincia de Vizcaya donde a principios del siglo XX se produjo un espectacular naufragio que inspiró a la autora cuando supo de él por la prensa, leyendo un reportaje al cumplirse un aniversario, y se preguntó por el «impacto tan brutal» que tendrían en una comunidad tan pequeña y forzosamente unida las decenas de muertes con las que se saldó el naufragio.

 

«Siempre, desde pequeña, he tenido el sueño de ser escritora. En realidad siempre lo he sido», ha dicho Leceaga en su discurso de agradecimiento en el Alcázar, acompañada en el escenario por el periodista Jesús Vigorra, que ha conducido la ceremonia (este año más sobria y sin cena posterior, debido a las limitaciones de las medidas de prevención sanitaria por la pandemia), por los miembros del jurado –Fernando Delgado, Pere Gimferrer, Ana María Ruiz-Tagle y Clara Sánchez, con Emili Rosales en calidad de secretario con voto–, por el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y la consejera de Cultura y Patrimonio Histórico, Patricia del Pozo, y por José Creuheras, presidente del Grupo Planeta, y Olga Sánchez, presidenta de la Fundación AXA, las dos entidades convocantes de este galardón dotado con 120.000 euros. «Hoy, en este lugar precioso, ha quedado demostrado que los sueños pueden cumplirse», se ha felicitado la escritora bilbaína, que sucede a Gonzalo Giner, ganador con La bruma verde de la anterior convocatoria del premio.

 

Un total de 387 novelas originales se presentaron en esta edición del Premio Fernando Lara, 168 procedentes de España y más de 50 de países extranjeros, la mayoría del continente americano. La victoria de Leceaga ratifica con contundencia su fulgurante trayectoria, tan propia de estos tiempos, y la convierte en la (pen)última protagonista de una exitosa mudanza de la autopublicación en las plataformas digitales a una editorial tradicional y con gran músculo. La bilbaína, que siempre tuvo «facilidad para escribir», como ha glosado ella misma, comenzó dando a conocer sus relatos en foros digitales. Escribió decenas, cientos, sus incondicionales añaden que miles –60.000, se apunta en una de sus biografías disponibles en internet–, y los iba entregando semanalmente. Así se hizo la escritora una sólida y numerosa base de seguidores, muchos de los cuales –ha recordado Leceaga– la apremiaban, impacientes, deseosos de seguir leyendo sus historias de misterio, cuando estaba a punto de llegar su dosis semanal de misterio, romance, grandes familias con secretos y personajes de alma victoriana.

 

Y llegó el salto a la industria, primero bajo el cobijo de Ediciones B, El bosque sabe tu nombre, en 2018, y luego dentro del catálogo de Penguin Random House, con Las hijas de la tierra, en 2019. Novelas que, como ha apuntado la propia autora en el Patio de la Montería, fueron «todo un éxito» y han traspasado las fronteras del mercado nacional, pues han sido traducidas y distribuidas en varios países europeos, e incluso los derechos de la primera fueron adquiridos por una importante productora para poner en marcha la preceptiva adaptación audiovisual, aunque por ahora no hay más noticias. Nadie podría extrañarse, después de este nuevo paso de Leceaga hacia la zona VIP del best-seller nacional, si esas noticias no tardasen ahora en llegar.

 

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