Muere el director Ventura Pons El cineasta catalán Ventura Pons, autor de películas como Carícies, Amor idiota o Amic/Amat, ha muerto este lunes en Barcelona a la edad de 78 años, según han confirmado fuentes de su productora Els Films de la Rambla a la agencia ACN y han adelantado figuras como la exdirectora de la Academia del Cine Catalán, Isona Passola, en la red X. Ha sido el autor en catalán más prolífico de la historia, con más de 30 largometrajes en su filmografía. Además fue productor y guionista y un importante dinamizador del mundo cinematofrágico en Catalunya. Adaptó textos de autores contemporáneos como Josep Maria Benet i Jornet, Sergi Belbel, Lluís-Anton Baulenas, Jordi Puntí o Ferran Torrent, y dirigió una decena de obras de teatro. Su trayectoria le valió la Creu de Sant Jordi en 2007 y el premio Gaudí d’Honor, en 2015. Sobrevivió a una hemorragia cerebral, a un grave accidente de bicicleta y a un tiro que le dispararon en México y le rozó la columna vertebral. Ventura Pons, que presumía de su buena mala salud, falleció hoy a los 78 años de edad. Tenía «el cine en la cabeza» y fue el encargado de internacionalizar la cinematografía catalana desde su primera película Ocaña, retrat intermitent (1978), un perfil del pintor andaluz José Pérez Ocaña, que fue seleccionada para participar en el Festival de Cannes. Enric Majó y Fernando Guillén encabezaban el amplio reparto de El vicario de Olot (1981), la segunda película de Pons, una comedia sobre sexo y religión que tuvo su éxito en la España aperturista de la Transición. Así que Pons siguió por los derroteros de la comedia y en 1986 estrenó La rossa del bar (La rubia del bar), de nuevo con Majó, uno de los actores teatrales con más renombre en la Barcelona de los 80. Pons cambió de tercio en su siguiente trabajo y se sumergió en un género que también cultivaron Carlos Saura y José Antonio de la Loma, el cine quinqui, con Puta misèria (1989) con Antonio Ferrandis y Amparo Moreno. Pero en 1991 volvió a la comedia con una película de ligoteos que triunfó entre el público adolescente de la época, Què t’hi jugues, Mari Pili? (¿Qué te juegas Mari Pili), donde las protagonistas hacen una especie de apuesta: enrollarse con el primer hombre que les pregunte su nombre. A partir de los noventa, Pons ya se había consagrado y dirigió películas con regularidad casi anual. Dirigió cintas como Aquesta nit o mai (Esta noche o nunca) (1992), una comedia con tintes de El sueño de una noche de verano de Shakespeare; Rosita, please! (1993), de nuevo con Amparo Moreno; El perquè de tot plegat (El porqué de las cosas) (1994), basada en el libro del mismo título de Quim Monzó, o Actrices (1996), un drama metateatral que contó con un reparto de lujo: Nuria Espert, Rosa María Sardà, Ana Lizarán y Mercé Pons. Sardà se convirtió en la actriz fetiche de Pons y en la protagonista de varios de sus siguientes títulos como Carícies (1998), un drama coral sobre el amor; Amic/Amat (1999), un filme basado en una obra de Josep María Benet i Jornet, o Anita no perd el tren (Anita no pierde el tren) (2001), una película sobre segundas oportunidades donde Sardà es la taquillera de un cine que no sabe qué hacer con su vida cuando la sala cierra sus puertas. Pons sí sabía qué hacer para salvar un cine. En 2014 recuperó la sala Texas de Barcelona como un espacio de cultura y ocio: «Los cines no son para mí, son para que la gente vaya a ver películas en pantalla grande en buenas condiciones, con buen sonido y buena relación espectador pantalla. Hay que facilitar que la gente vuelva al cine», explicaba el realizador en una entrevista concedida a La Vanguardia en 2019 con motivo de la publicación de sus memorias. También fue vicepresidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España durante dos años y consejero de la SGAE durante doce, pero acabó un tanto quemado de la política cultural y de las instituciones y se dio de baja de la Academia española y también de la catalana. «Ahora solo soy de la Europea», decía en la misma entrevista el director, que estuvo nominado cuatro veces a los Goya, aunque tenía muy claro que «el premio es hacer la película». La resurrección de los cines Texas tuvo su ocaso en 2020 cuando cerraron de forma definitiva. La carrera de Pons también había decaído con el tiempo, pero el cineasta estaba decido a seguir haciendo lo que más amaba: cine. Así que subastó su colección de arte para hacer una nueva película sobre su infancia. «No tengo un duro», aseguraba. Tenía otros proyectos en mente, pero no le dio tiempo a llevarlos a la gran pantalla. Pons se había despedido ya del cine en 2019 con Be Happy!, un musical protagonizado por dos grandes veteranas Sian Phillips y Vicky Peña. Pero su prolífica carrera había dejado otros muchos títulos para los aficionados al séptimo arte como Amor idiota (205), La vida abismal (2007), Forasteros (2008) o Manjar de amor, que participó en el Festival de Berlín de 2002. La Berlinale fue una segunda casa para Pons, que participó en cinco ocasiones en el certamen, y la plataforma que le sirvió para internacionalizar el cine catalán. Las reacciones a la muerte de Pons no se han hecho esperar. Además de Passola, la consellera de Cultura de la Generalitat Natàlia Garriga le ha descrito como «un referente indiscutible del audiovisual catalán». «El país pierde a un gran cineasta, un referente indiscutible del audiovisual catalán y un trabajador incansable de la cultura y de la lengua», ha escrito en la red X. La Academia del Cine, de la que Pons fue vicepresidente, ha recordado que fue nominado al Goya a mejor guion adaptado en cuatro ocasiones: por El perquè de tot plegat, Actrius, Anita no perd el tren y Barcelona (un mapa). Por su parte, la Academia del cine catalán ha emitido un comunicado en el que destaca a Pons como «uno de los cineastas más importantes de nuestro país y que más ha hecho por el cine catalán y en catalán. Referente de muchas generaciones por su talento, su sensibilidad y su capacidad de conexión con el público, su prolífica carrera ha sido reconocida dentro y fuera de casa». En 2015, Pons dirigió Cola, Colita, Colassa (Oda a Barcelona), un homenaje a la fotógrafa Colita a la que solo ha sobrevivido nueve días. Enlace a la fuente original
Muere el director Ventura Pons El cineasta catalán Ventura Pons, autor de películas como Carícies, Amor idiota o Amic/Amat, ha muerto este lunes en Barcelona a la edad de 78 años, según han confirmado fuentes de su productora Els Films de la Rambla a la agencia ACN y han adelantado figuras como la exdirectora de la Academia del Cine Catalán, Isona Passola, en la red X. Ha sido el autor en catalán más prolífico de la historia, con más de 30 largometrajes en su filmografía. Además fue productor y guionista y un importante dinamizador del mundo cinematofrágico en Catalunya. Adaptó textos de autores contemporáneos como Josep Maria Benet i Jornet, Sergi Belbel, Lluís-Anton Baulenas, Jordi Puntí o Ferran Torrent, y dirigió una decena de obras de teatro. Su trayectoria le valió la Creu de Sant Jordi en 2007 y el premio Gaudí d’Honor, en 2015. Sobrevivió a una hemorragia cerebral, a un grave accidente de bicicleta y a un tiro que le dispararon en México y le rozó la columna vertebral. Ventura Pons, que presumía de su buena mala salud, falleció hoy a los 78 años de edad. Tenía «el cine en la cabeza» y fue el encargado de internacionalizar la cinematografía catalana desde su primera película Ocaña, retrat intermitent (1978), un perfil del pintor andaluz José Pérez Ocaña, que fue seleccionada para participar en el Festival de Cannes. Enric Majó y Fernando Guillén encabezaban el amplio reparto de El vicario de Olot (1981), la segunda película de Pons, una comedia sobre sexo y religión que tuvo su éxito en la España aperturista de la Transición. Así que Pons siguió por los derroteros de la comedia y en 1986 estrenó La rossa del bar (La rubia del bar), de nuevo con Majó, uno de los actores teatrales con más renombre en la Barcelona de los 80. Pons cambió de tercio en su siguiente trabajo y se sumergió en un género que también cultivaron Carlos Saura y José Antonio de la Loma, el cine quinqui, con Puta misèria (1989) con Antonio Ferrandis y Amparo Moreno. Pero en 1991 volvió a la comedia con una película de ligoteos que triunfó entre el público adolescente de la época, Què t’hi jugues, Mari Pili? (¿Qué te juegas Mari Pili), donde las protagonistas hacen una especie de apuesta: enrollarse con el primer hombre que les pregunte su nombre. A partir de los noventa, Pons ya se había consagrado y dirigió películas con regularidad casi anual. Dirigió cintas como Aquesta nit o mai (Esta noche o nunca) (1992), una comedia con tintes de El sueño de una noche de verano de Shakespeare; Rosita, please! (1993), de nuevo con Amparo Moreno; El perquè de tot plegat (El porqué de las cosas) (1994), basada en el libro del mismo título de Quim Monzó, o Actrices (1996), un drama metateatral que contó con un reparto de lujo: Nuria Espert, Rosa María Sardà, Ana Lizarán y Mercé Pons. Sardà se convirtió en la actriz fetiche de Pons y en la protagonista de varios de sus siguientes títulos como Carícies (1998), un drama coral sobre el amor; Amic/Amat (1999), un filme basado en una obra de Josep María Benet i Jornet, o Anita no perd el tren (Anita no pierde el tren) (2001), una película sobre segundas oportunidades donde Sardà es la taquillera de un cine que no sabe qué hacer con su vida cuando la sala cierra sus puertas. Pons sí sabía qué hacer para salvar un cine. En 2014 recuperó la sala Texas de Barcelona como un espacio de cultura y ocio: «Los cines no son para mí, son para que la gente vaya a ver películas en pantalla grande en buenas condiciones, con buen sonido y buena relación espectador pantalla. Hay que facilitar que la gente vuelva al cine», explicaba el realizador en una entrevista concedida a La Vanguardia en 2019 con motivo de la publicación de sus memorias. También fue vicepresidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España durante dos años y consejero de la SGAE durante doce, pero acabó un tanto quemado de la política cultural y de las instituciones y se dio de baja de la Academia española y también de la catalana. «Ahora solo soy de la Europea», decía en la misma entrevista el director, que estuvo nominado cuatro veces a los Goya, aunque tenía muy claro que «el premio es hacer la película». La resurrección de los cines Texas tuvo su ocaso en 2020 cuando cerraron de forma definitiva. La carrera de Pons también había decaído con el tiempo, pero el cineasta estaba decido a seguir haciendo lo que más amaba: cine. Así que subastó su colección de arte para hacer una nueva película sobre su infancia. «No tengo un duro», aseguraba. Tenía otros proyectos en mente, pero no le dio tiempo a llevarlos a la gran pantalla. Pons se había despedido ya del cine en 2019 con Be Happy!, un musical protagonizado por dos grandes veteranas Sian Phillips y Vicky Peña. Pero su prolífica carrera había dejado otros muchos títulos para los aficionados al séptimo arte como Amor idiota (205), La vida abismal (2007), Forasteros (2008) o Manjar de amor, que participó en el Festival de Berlín de 2002. La Berlinale fue una segunda casa para Pons, que participó en cinco ocasiones en el certamen, y la plataforma que le sirvió para internacionalizar el cine catalán. Las reacciones a la muerte de Pons no se han hecho esperar. Además de Passola, la consellera de Cultura de la Generalitat Natàlia Garriga le ha descrito como «un referente indiscutible del audiovisual catalán». «El país pierde a un gran cineasta, un referente indiscutible del audiovisual catalán y un trabajador incansable de la cultura y de la lengua», ha escrito en la red X. La Academia del Cine, de la que Pons fue vicepresidente, ha recordado que fue nominado al Goya a mejor guion adaptado en cuatro ocasiones: por El perquè de tot plegat, Actrius, Anita no perd el tren y Barcelona (un mapa). Por su parte, la Academia del cine catalán ha emitido un comunicado en el que destaca a Pons como «uno de los cineastas más importantes de nuestro país y que más ha hecho por el cine catalán y en catalán. Referente de muchas generaciones por su talento, su sensibilidad y su capacidad de conexión con el público, su prolífica carrera ha sido reconocida dentro y fuera de casa». En 2015, Pons dirigió Cola, Colita, Colassa (Oda a Barcelona), un homenaje a la fotógrafa Colita a la que solo ha sobrevivido nueve días. Enlace a la fuente original