ODS18: Comunicación clara, ética y responsable

17 son los objetivos que los 193 Estados miembros de la ONU aprobaron el 25 de septiembre de 2015 y que conforman la Agenda 2030. Ni uno más, ni uno menos. Para complementar esta hoja de ruta mundial, la Asociación de Directivos de Comunicación (Dircom), Prodigioso Volcán y la Fundación Gabo proponen la incorporación de un Objetivo 18: Comunicación clara, ética y responsable. Así, defienden, se podrá articular, en forma de ley blanca, el derecho a entender de las personas.

 

Los promotores de esta iniciativa, que cuenta con el apoyo de otras entidades de calado mundial, como la Global Alliance for Public Relations and Communication Management, sostienen que esto permitirá acelerar los 17 ODS restantes. En el portal que han habilitado para la recogida de firmas exponen que “la Agenda 2030 es una oportunidad para proteger nuestro planeta y sus 17 objetivos suponen un llamamiento mundial a la acción», explica. Y añaden, «pero si el mundo no entiende esa llamada: ¿quién actuará?”.

 

El presidente de Dircom, Miguel López-Quesada, defiende el papel decisivo que tienen las empresas e instituciones a la hora de garantizar el derecho de los ciudadanos a la comprensión: «Como agentes del cambio, los directores y directoras de Comunicación son muy conscientes de que su misión pasa por hacer accesible y asequible la información que se gesta en sus organizaciones».

Una de las premisas que recoge este objetivo es que «el diálogo es el arma más poderosa«. Y además, engloba algunas metas como alcanzar la libertad de opinión o prensa, luchar contra las noticias falsas (fake news), educar a las personas para que utilicen los “poderes de comunicación” o apoyar el periodismo riguroso.

 

El ODS 18, como los demás objetivos, serviría como guía en todos los niveles. Según los promotores, a escala global, garantizaría un mayor liderazgo, más recursos y soluciones más inteligentes. En el ámbito local, apoyaría las transiciones necesarias en las políticas, los presupuestos y las instituciones. Y, en el ámbito individual, generaría un movimiento imparable que impulse las transformaciones necesarias.

 

La era de la «infoxicación»

Alrededor de un 65% de los españoles está preocupada por la desinformación en España, según el Digital News Report España de 2023, elaborado anualmente por Instituto Reuters de la Universidad de Oxford, en colaboración con la Universidad de Navarra.

 

La desinformación sobre salud y ciencia es una de las más peligrosas. Una encuesta que exploraba la incidencia de este problema en los españoles, realizada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), dependiente del Ministerio de Ciencia, indicó que “sólo el 11% de la población afirma estar muy seguro de identificar la desinformación”.

 

Vivimos en «la era de la infoxicación«, argumenta Jaime Abello, director general de la Fundación Gabo. Por eso, el ejecutivo de esta entidad, dedicada a aportar al desarrollo e inclusión social, la construcción de paz y la participación ciudadana a través de programas en periodismo, comunicación, educación y cultura, defiende un periodismo «comprometido con la verdad permite a los ciudadanos entender su entorno y les ayuda en la toma de decisiones».

 

Una comunicación clara y responsable

En los últimos años, parece que la desinformación haya obtenido una actualización. Las tecnologías derivadas de la Inteligencia Artificial (IA) han sofisticado los mensajes (en todos los formatos) engañosos. Los deepfakes son cada vez más realistas y las herramientas de alteración de imágenes por IA son ya armas para el perjuicio, incluso dentro de las aulas.

 

Pero la tecnología puede generar tanto perjuicios como beneficios. María Moya, socia fundadora de Prodigioso Volcán, señala que «no será verdaderamente útil si no contribuye a la comunicación clara y responsable, un asunto esencial para acortar el camino hacia las metas que plantean los ODS”.

 

Esta empresa de asesoría y servicios empresariales conoce muy bien el reto tecnológico al que se enfrenta el mundo. Articulan en un proyecto uno de los principios que definen la propuesta de ODS 18: la comunicación clara. Esta corriente comunicativa aúna disciplinas interdependientes como el lenguaje, el diseño, la comunicación digital, el neurolenguaje y la inteligencia artificial y defiende el ‘Derecho a entender’.

 

Moya pone en valor la necesidad de hacerse entender a los más vulnerables. «En la base de cualquier desigualdad está la necesidad de entender de quienes son sus víctimas, y este derecho se sostiene al transmitir de forma transparente, simple y eficaz la información relevante».

 

La hoja de ruta del ODS 18 incluye una serie de objetivos a corto y medio plazo. Antes de 2025, se propone conseguir convertir los mensajes emitidos por instituciones y empresas en claros, sencillos y asequibles, aumentar las capacidades de conexión de las personas —especialmente en las zonas más despobladas— y mejorar las habilidades digitales de la población, proporcionando alternativas analógicas.

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