Por qué fracasa la comunicación interna
“La comunicación interna sigue siendo una asignatura pendiente para muchas organizaciones porque conservan una imagen anticuada de su gestión”, explica Emilien Delile, director de Steeple España. “La mayoría de las empresas que nos piden ayuda siguen manteniendo el papel y el tablón de corcho como herramientas y no cuentan con una estrategia clara que les ayude a conseguir una continuidad y coherencia en su comunicación. De esa manera, nunca alcanzarán una comunicación interna que aporte valor, cree cohesión y llegue a toda la plantilla”.
Delegar en una sola persona
La gestión de la comunicación interna no depende de un solo departamento ni de una sola persona. Una comunicación eficaz es un deporte colectivo. Requiere de la implicación de varios profesionales y de varios departamentos: dirección, RR.HH., comercial, producción, etc. De esa manera se consigue crear contenidos interesantes para todos.
La falta de innovación
De nada sirve comunicar internamente siempre de la misma manera y quejarse de que no se obtienen resultados diferentes. Los responsables deben probar diferentes estrategias hasta dar con la adecuada. A veces bastará con cambiar el tipo de contenidos, otras con elegir una herramienta que llegue a todos los trabajadores, lo importante es no dejar nunca de buscar mejoras.
Falta de accesibilidad
Algunas organizaciones no saben cómo hacer llegar sus mensajes a todos los trabajadores porque el trabajo que desempeñan no implica tener un ordenador delante. La solución más fácil, pero totalmente errónea, es dar de lado a esa parte del equipo. Actualmente existen soluciones que combinan características físicas y digitales capaces de llegar a cualquier tipo de trabajador. O aplicaciones que cualquier profesional puede descargar en sus terminales móviles.
No tener estrategia
Lanzarse a comunicar sin más es un error muy común. Antes de hacerlo se deben identificar los objetivos que se persiguen con la comunicación interna, analizar la situación de partida y establecer la estrategia que se llevará a cabo. En pocas palabras, tener un plan.
Dejar de lado las nuevas tecnologías
Aferrarse al papel y al tablón de corcho no tiene mucho sentido en la tercera década del siglo XXI. En empresas con varias ubicaciones geográficas es incluso muy arriesgado. El responsable de la comunicación interna pocas veces dispone de un relevo en cada centro de trabajo y la comunicación también está sujeta a problemáticas tan comunes como la falta de tinta en la impresora.
Olvidarse de medir
Analizar el alcance de cada una de las acciones que realizamos es tan importante como su planificación, otra cosa que no permite la comunicación en papel. Gracias a las estadísticas se pueden corregir fallos, perfeccionar acciones y solucionar problemas antes de que se conviertan en crisis. Podemos saber si la información ha sido vista, entendida y apreciada.
No programar
Cuando de comunicación se trata, pocas herramientas resultan tan eficaces como las que permiten programar contenidos. Eso nos ayuda a planificar las acciones con tiempo y crear calendarios a meses vista. De esa forma, la comunicación interna se desarrolla conforme a una estrategia y el día a día se dedica a imprevistos y novedades de última hora.
Elige una buena herramienta
Decantarse por la primera herramienta de gestión que llama a la puerta no es la mejor opción. La elección debe estar condicionada por los objetivos marcados y las características de cada compañía. Por lo general, las herramientas más recomendables son aquellas que alcanzan a toda la plantilla, sin discriminar a ningún trabajador y que centralizan todos los mensajes en un solo canal.
Opacidad
Para tener éxito a menudo hay que arriesgar y, para muchas empresas, dejar la puerta abierta a las opiniones de los trabajadores es un gran riesgo. No son conscientes de que, a la larga, el hermetismo genera desconfianza, desmotivación y agudiza las diferencias entre la dirección y la plantilla. Eso sí, la herramienta escogida debe permitir un control de los administradores para evitar cualquier tipo de desbordamiento.
No personalizar
Los mensajes sin personalizar y con un remitente genérico no calan igual que los que van firmados por alguien con nombre y apellidos. Si se busca una comunicación fluida y cercana, la dirección debe dar ejemplo y comunicar en primera persona.